
Así se mojaban, iniciándose en los accidendentes absolutos y temiendo ser juzgados.Con toda clase de impaciencia y rencor hacia la pérdida de tiempo se amaron como un bicho enjaulado. Se tomaron fotos y acordaron borrar malos pensamientos.
Era prehistórico escaparse de semejante inclinación horizontal que recorría con su cabeza, sin perder el equilibrio.
Siguió lloviendo, pero todo se perfilaba como una aparición en ficción, de la que todos estamos seguros que no es real. Corrimos sin distarnos, pegasos y resbaladizos, sosteniendo los olores que quisimos conservar hasta último momento.Por último llegó la promesa del final: fue en ese olvido del mundo, en el que vio escapar mi cuerpo...