Parece no molestarle a la cara, todas esas sacudidas que torturan los gestos. Arrugas y forcejeos. Rojos. Apretados. Mientras uno camina dando pasos de una nota de humo, simplemente porque no se ve.
El orden en que se acumulan las gotas es preciso y calculado. No basta con estirar la mano en cámara lenta sobre un rostro pesado y gomoso.
Contracciones repentinas e inesperadas en el labio esperan la primera gota. Salada. Redonda. Ambulante.
La humedad no perdona sacudidas y se estremece geométricamente, esperando más bronca.
La humedad no perdona sacudidas y se estremece geométricamente, esperando más bronca.
El llanto es una luna cerca. La felicidad trasera, justo ahora.
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