Cuando te espantes por la boca
y me muerdas la parte blanda de la espalda,
y veamos el fondo de la sombra
y hablemos
como chupándole al silencio la ruta simultánea.
Podremos seguir
cayendo por los zancos del deceso,
con el dolor claroscuro
y los pies ensangrentados como perros.
viernes, 25 de septiembre de 2009
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